El día 20 de febrero, celebramos el DÍA MUNDIAL DE LA JUSTICIA SOCIAL.
Todas las personas debemos tener acceso al disfrute de los derechos humanos fundamentales: el derecho a la identidad, a la supervivencia, a la expresión con libertad, a la educación, entre otros derechos, así como a ser tratados con respeto y dignidad. Cuando estas necesidades fundamentales no se satisfacen, cuando no estamos incluidos, se da una situación de inequidad.
Lo que convierte las situaciones en injustas es que pudiendo ser evitadas existan. Muchas injusticias no son problemas irresolubles, sino que persisten porque a menudo mucha gente mira para otro lado y se desentienden de ellos. La decisión de promover la Justicia Social está en manos de todos, ya sea a escala individual, local, nacional o mundial.
Desde el colegio nos centramos en el primer nivel de la escala. Hoy especialmente invitamos a los niños y niñas a mirar el mundo a través de sus ojos y de los de sus compañeros. Les invitamos a analizar a través de sus propias experiencias y de las de sus compañeros de clase, posibles inequidades en el entorno inmediato de su casa, escuela o comunidad, y de acuerdo a sus edades comprender qué actitudes pueden promover la justicia y la igualdad en su entorno escolar y familiar. Desarrollar la empatía es fundamental no solo dentro del aula, sino para una formación ciudadana que conduzca a la JUSTICIA SOCIAL basada en la defensa de la igualdad de oportunidades, la lucha contra la discriminación y la defensa de los derechos de todas las personas.
San Francisco, siempre se significó por la justicia y la igualdad, a él le pedimos que nos ayude en nuestro empeño de promover la Justicia Social, rezando su oración.
¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.