Mi paso por el colegio me ha ayudado a ser la persona que soy hoy. Los profesores que me han dado clases me han inculcado la importancia que tiene el esfuerzo y el trabajo diario para conseguir lograr todas tus metas en la vida. Asimismo, he conocido a las personas con las que aún hoy mantengo relaciones de amistad, estableciendo un vínculo muy especial desde hace más de quince años.
El nivel de formación, valores y cariño recibido. No creo que haya etapa vital en que todo ese tiempo de los 3 a los 18 años no esté presente en mi vida personal y profesional.
Sin riesgo a equivocarme, el colegio me dio unos conocimientos y unos valores importantes, sólidos y vitales. Cuando recurro a ciertas respuestas, casi siempre el anclaje está en el colegio. No es fácil describir esto, pero es una realidad. Aún guardo buenos amigos de aquella etapa y solemos coincidir todos en lo mismo: el Divina Pastora nos marcó mucho y para bien.
Tuvimos un claustro de profes de mucho nivel, y una formación envidiable. Siempre noté que el colegio me dio más de lo que yo podía aportar. Pero de una cosa estoy seguro: y es que volvería a a repetir y no lo cambiaría por nada.
Lo más importante son los profesores. Nunca olvidas a buen profesor, porque, como cuenta la parábola, los buenos profesores son sembradores que plantan en ti una semilla que crece como un longevo árbol.
En mi paso por el colegio, recibí de mis profesores ideas pequeñas, conceptos concretos, e incluso asignaturas enteras que pensaba que olvidaría, que dejaría lo aprendido en un examen y quedaría contento con aprobarlo. Sin embargo, años después, han florecido en mí como aficiones y pasiones. Por supuesto, también aprendí las bases de disciplinas como economía, historia o geografía, que me ayudaron en la universidad a obtener mi doble grado en economía y relaciones internacionales. Pero actualmente, más allá de lo académico y lo profesional, lo que más agradezco es la suerte de haber tenido profesores que plantaron en mí semillas de poesía, filosofía o cultura clásica, porque crecieron en mí poco a poco, y hoy disfruto en mi tiempo libre de ellas. No me daba cuenta, con unos 13 años, simplemente me hizo gracia el poema «»A un narigudo»» de Quevedo, y me divertí discutiendo en clase de filosofía sobre si existe la nada. Hoy me emociona la poesía y tengo grupos de amigos con los que quedo sólo para filosofar.
Personalmente, tengo tanto que agradecerles a los profesores del Divina Pastora que hicieron el esfuerzo de enseñarnos bien, enseñarnos bonito, a pesar de aguantar las clases revoltosas, recibir los deberes mal hechos y corregir los mismos errores cometidos una y otra vez, que después de mi familia y mis amigos, son las personas que uno desearía hacer sentir más orgullosas, y hacerles saber que su educación mereció la pena.
La cercanía de los profesores y la preparación de las clases es algo que marcó mi motivación durante los estudios de ESO y bachillerato. Además me gustaría remarcar que las actividades de intercambio de francés donde visitamos Marsella y las clases de biología en el Divina Pastora de Madrid fueron dos guías de mi futuro personal y profesional. De hecho, tras mi paso por el Divina Pastora, me gradué en Bioquímica e hice un master en biología molecular y posterior doctorado en ciencias de la vida y de la salud en la universidad de Estrasburgo en Francia.
En mi paso por el colegio lo que más recuerdo fueron los profesores, sobre todo los exigentes, porque fue de quienes más aprendí. Ello ha contribuido a la manera de desarrollar mi trabajo.
Destacaría tanto a los profesores como a mis compañeros de aula.
Tengo en la memoria a muchos profesores que, además de formarme académicamente para lograr estudiar lo que quería, me infundieron la ilusión por sus asignaturas. Esto creo que es fundamental para descubrir qué te apasiona y a qué te quieres dedicar.
Por otro lado, los compañeros que me acompañaron por todo mi paso en el colegio a día de hoy son personas que siguen teniendo un hueco importante en mi vida.
En los años en los que estuve en el colegio recibí una formación integral, donde se fomentaba el esfuerzo personal, en un ambiente de compañerismo y espíritu de ayuda. Ese ambiente ha influido en mi vida futura, tanto en los estudios como en el trabajo, y por ello he querido que mis hijos crezcan en ese mismo ambiente, en el mismo colegio.